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El poder de la maternidad universal

Extracto del texto "El despertar de la maternidad universal" de Sri Mata Amritanandamayi Devi que proviene del discurso pronunciado en el Palacio de las Naciones, Ginebra 7 de octubre de 2002 al recibir el Premio Gandhi-King de la noviolencia.


Sobre la autora SRI MATA AMRITANANDAMAYI DEVI es Maestra hindú, llamada Amma, ha desarrollado una gran actividad humanitaria en apoyo de escuelas, hospitales, los sectores populares, especialmente las mujeres pobres y los enfermos de sida. Ha sido reconocida por el gobierno hindú como representante oficial del hinduismo y ha participado en el Parlamento Mundial de Religiones y el Cincuentenario de Naciones Unidas (http://www.amritapuri.org).


En la actualidad, son muchas las mujeres que están dormidas, y que deben despertar y levantarse. Es una de las necesidades más apremiantes de este momento. No sólo deben despertar las mujeres que viven en países en vías de desarrollo, sino también las mujeres de cualquier parte del mundo.


En los países donde el materialismo es predominante, las mujeres deberían despertar a la espiritualidad . Y en aquellos países en los que las mujeres se ven forzadas a permanecer en los limitados muros de la tradición religiosa, deberían despertar al pensamiento moderno.


Se ha generalizado la idea de que las mujeres y la cultura de su entorno, despertarán gracias a la educación y al desarrollo del materialismo, pero el tiempo nos ha demostrado que se trata de una visión muy limitada. Sólo cuando las mujeres puedan asimilar la sabiduría eterna de la espiritualidad, además de recibir una educación moderna, se despertará en ellas el poder innato que poseen y se alzarán para actuar.


¿Quién debe despertar a la mujer? ¿Qué dificulta su despertar? De hecho, no hay fuerza externa que pueda obstaculizar el desarrollo de su cualidad maternal innata, u otras cualidades como el amor, la empatía y la paciencia. Es ella, y sólo ella, la que debe despertarse. Sólo se lo impide su propia mente.


Tanto la mujer como el hombre poseen un mismo potencial, inherente e infinito. Si la mujer realmente se lo propusiera, no le sería difícil romper las ataduras, las reglas y los condicionamientos que la sociedad le ha impuesto. La gran fortaleza de la mujer está en su maternidad innata, en su poder de crear, de dar vida. Y este poder puede ayudarle a plasmar un cambio en la sociedad mucho más significativo del que pudieran realizar los hombres.


Las circunstancias adecuadas y el apoyo de otros ayudarán, con seguridad, a que la mujer se despierte y se eleve. Pero no basta con eso, son ellas las que deberían extraer consecuencias de estas experiencias y fortalecerse interiormente. El verdadero poder y la fuerza no proceden del exterior, sino del interior mismo.


En realidad, el hombre es una parte de la mujer. Cada niño se encuentra primero en el útero de la madre, como parte misma del ser de la mujer. Respecto a un nacimiento, el papel que desempeña el hombre es el de ofrecer su semilla. Para él constituye un momento de placer, pero para la mujer son nueve meses de austeridad. Es la mujer la que recibe, concibe y hace de esa vida una parte de su propio ser. Ella crea la atmósfera más propicia para que esa vida se desarrolle en su interior y luego le da la luz.


Las mujeres son esencialmente madres, las creadoras de vida. Cada hombre aspira en secreto a ser nuevamente abrazado en el seno del amor incondicional de la madre. Esa es una de las razones sutiles de la atracción que el hombre siente por la mujer, pues el hombre ha nacido de una mujer.


¿Es Dios un hombre o una mujer? La respuesta a esta pregunta es que Dios no es ni masculino ni femenino. Dios es “Eso”. Pero si insistimos en que Dios debe tener un género, entonces concluiremos que es más femenino que masculino, pues lo masculino está contenido en lo femenino.


Cualquier persona, ya sea hombre o mujer, que tenga suficiente coraje para superar las limitaciones de la mente, puede alcanzar el estado de maternidad universal. El principio de la maternidad es tan inmenso y poderoso como el mismo universo. Con el poder de la maternidad que emana de su interior, la mujer puede incidir sobre la totalidad de este mundo.


EI amor maternal consciente es amor y compasión, tanto hacia el propio hijo como hacia todas las personas, animales, plantas, rocas o ríos. Es un amor que se prodiga a toda la naturaleza, a todos los seres. De hecho, cuando se despierta en una mujer el estado de verdadera maternidad, considera a todas las criaturas sus hijos. Este amor, esta maternidad, es Amor Divino, y eso es Dios.


Más de la mitad de la población mundial son mujeres. Constituye una gran pérdida el que se le niegue la libertad de desarrollo a la mujer, o se le niegue el elevado estatus social que le corresponde. Cuando se le limita o se le veda, es toda la sociedad la que pierde esa contribución potencial.


Si la mujer se ve debilitada, sus hijos se ven afectados, tornándose débiles. De esa manera, toda una generación pierde su fuerza y vitalidad. Sólo podremos crear un mundo de luz y de conciencia cuando las mujeres reciban el honor que se merecen.


Las mujeres pueden realizar todas las tareas al igual que los hombres, quizás incluso mejor. Las mujeres poseen la fuerza de voluntad y la energía creativa que les permite desarrollar cualquier tipo de actividad. Amma puede afirmarlo por propia experiencia.


Las mujeres pueden alcanzar metas extraordinarias en toda actividad que desarrollen, y esto es especialmente cierto en el sendero espiritual. Las mujeres tienen la pureza mental y la capacidad intelectual necesarias para lograrlo.


Y ¿cuál es el ABC de la mujer? ¿Cuál es el pilar fundamental de la mujer, de su existencia? Es su cualidad intrínseca, los principios esenciales de la maternidad. Cualquiera sea el área de trabajo que ella escoja, no debería olvidar estas virtudes que Dios o la Naturaleza tan graciosamente le han concedido. La mujer tendría que realizar todas sus acciones fuertemente enraizada en la base de estas cualidades maternales. Éstas constituyen, al igual que el ABC del alfabeto, los principios fundamentales de la mujer. No debería olvidar esta parte crucial de su esencia cuando actúe en otros niveles de la vida.


La mujer posee habilidades que no suelen darse en los hombres. Una mujer tiene la capacidad de dividirse en varias. A diferencia del hombre, pueden realizar diferentes labores al mismo tiempo. Cuando tiene que dividirse y hacer simultáneamente varias actividades, la mujer posee el don de realizarlas con una gran belleza y perfección. Incluso en su papel de madre, posee la virtud de expresar diferentes facetas de su ser. Será afectuosa y delicada, pero también fuerte y protectora, y si es necesario, se mostrará estricta para disciplinar a su familia. Rara vez vemos esta confluencia de cualidades en un hombre. De hecho, la responsabilidad de la mujer es mayor que la del hombre. La mujer sostiene las riendas de la integridad y de la unidad, tanto familiar como social.


La mente de un hombre se identifica fácilmente con sus pensamientos y acciones. La energía masculina podría compararse con las aguas estancadas, que no fluyen. Por lo general, el intelecto del hombre se queda atrapado en la actividad que está realizando. Le resulta difícil variar el punto de concentración de su mente. Por esta razón, la vida profesional y familiar de muchos hombres termina entremezclándose. La mayoría no puede separarlas.


Las mujeres, por el contrario, poseen una capacidad innata para establecer esa separación. En el hombre existe la tendencia, muy arraigada, de trasladar su comportamiento profesional a su hogar y actuar de igual manera en la relación que mantiene con su esposa e hijos. Y son muchas las mujeres que saben cómo mantener separada la vida familiar de la profesional.


La energía femenina o la de la mujer fluye como un río. Esto facilita su labor de madre, de esposa y de buena amiga, aportando confianza a su marido. Tiene el don especial de ser la guía y consejera de toda la familia. Las mujeres que, además, trabajan fuera del hogar, tienen todas las posibilidades para triunfar también allí.


La fuerza de la maternidad innata en la mujer, le permite hallar en sí misma un profundo sentimiento de paz y armonía. Esto hace que puedan reflexionar y actuar al mismo tiempo, mientras que el hombre tiende a reflexionar menos y a reaccionar más. Una mujer posee la capacidad de escuchar el dolor de los demás y responder con compasión, y si tiene que hacer frente a un desafío, sabe elevarse por encima de la situación y responder con la misma fuerza que cualquier hombre. Cuanto más se identifique la mujer con su maternidad interna, más rápidamente se despertará su shakti o energía pura. Si desarrolla este poder en su interior, el mundo escuchará cada vez más su voz.


En el mundo actual, todo se ha contaminado y carece de naturalidad. Ante esta situación, la mujer debería actuar con especial precaución para que sus cualidades maternales y su propia naturaleza de mujer, no se vean también afectadas y distorsionadas.


Solo el amor, la compasión y la paciencia -que son las cualidades fundamentales de la mujer– pueden disminuir las tendencias intrínsecamente agresivas del hombre. De igual forma, hay mujeres que necesitan de las cualidades de los hombres para no quedar inmovilizadas por su bondad y naturaleza gentil.


Las mujeres son la fuerza y el fundamento mismo de nuestra existencia en el mundo. Cuando las mujeres pierden el contacto con su ser real, deja de existir la armonía en el mundo y comienza la destrucción. Por eso es crucial que las mujeres de todo el mundo hagan un gran esfuerzo por reencontrar su naturaleza fundamental, pues sólo así podremos salvar este mundo.


El hombre también ha sufrido muchísimo a causa del exilio del principio femenino en el mundo. Por la opresión de la mujer y la represión del aspecto femenino en el interior del hombre, la vida de éste se ha visto fragmentada, y a menudo le resulta dolorosa. El hombre también debe despertar a sus cualidades femeninas. Tiene que desarrollar empatía y comprensión en su actitud hacia la mujer y en la forma como se relaciona con el mundo.


Hay dos tipos de lenguajes en el mundo: el lenguaje del intelecto y el lenguaje del corazón. Al lenguaje del intelecto racional le gusta argumentar y atacar. La agresión forma parte de su propia naturaleza. Es puramente masculina, desprovista de amor o de cualquier sentido de interacción con los demás. Se expresa de esta manera: “No sólo tengo razón y tú estás equivocado, sino que además voy a demostrártelo a cualquier precio con el fin de desarmarte.” Es normal que los que hablen este lenguaje intenten dominar y hacer bailar a los demás como marionetas al son de sus propios caprichos. Tratan de forzar sus ideas sobre los demás. Sus corazones están cerrados y raramente tienen en cuenta los sentimientos de los demás. Lo único que valoran y consideran es el dictado de su propio ego y su vana idea de victoria.


El lenguaje del corazón, el lenguaje del amor, el que se relaciona con el principio femenino, es bien diferente. Los que lo hablan no prestan atención a su ego. No están interesados en probar que tienen razón o que el otro está equivocado. Están profundamente interesados en el prójimo, y lo que realmente desean es ayudar, apoyar y elevar a los demás. En su presencia, surge la transformación espontáneamente. Son los dadores de una esperanza tangible y de luz en este mundo. Los que se acercan a ellos, renacen. Cuando hablan, no lo hacen para impresionar, imponer sus ideas o discutir, su hablar se convierte en una verdadera comunión entre corazones.


El amor verdadero no tiene nada que ver con el placer o el egocentrismo. En el amor verdadero, tú no eres el importante, es el otro el que importa. En el amor, el otro no es un instrumento para satisfacer vuestro deseo egoísta, eres tú el instrumento de la Divinidad para hacer el bien en el mundo. El amor no sacrifica a los demás, el amor se entrega alegremente, sin esperar nada a cambio. El amor es desinteresado, y no se impone a la mujer para relegarla a un segundo plano, para tratarla como un objeto. Cuando hay amor verdadero, no te sientes menospreciado, más bien te engrandeces y te transformas en uno con la totalidad, lo contienes todo y te sientes eternamente dichoso.


La madre comprende el corazón de su hijo, vierte su amor en el niño, le enseña los aspectos positivos de la vida y corrige sus errores. Si atravesamos frecuentemente un campo de hierba tierna, se formará rápidamente una senda. Los buenos pensamientos y las virtudes positivas que desarrollemos en nuestros hijos, permanecerán siempre. Es sencillo moldear el carácter de un niño en una edad temprana, y resulta más difícil a medida que crece.


Y es así como la mano que acuna al bebé también sostiene la lámpara que expande su luz por el mundo. Es así, como a través de la influencia que tiene sobre su hijo, la madre también incide sobre el futuro del mundo. Una mujer que ha despertado su maternidad innata trae el cielo a la tierra, en cualquier lugar donde se encuentre. Sólo las mujeres pueden crear un mundo de paz y felicidad. Es la primera Gurú, la primera guía y maestra de la humanidad.


Hay mucha verdad en la frase que afirma que detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer. Cada vez que nos encontremos con seres felices y tranquilos, con niños de nobles virtudes y buena predisposición, con personas de portentosa energía capaces de superar situaciones adversas o fracasos, con seres que poseen una gran capacidad de comprensión, simpatía, amor y compasión hacia los que sufren y se entregan a los demás, encontraremos normalmente una gran madre que ha sido ejemplo y fuente de inspiración para que sean como son.


En lugar de corroerse, permaneciendo toda su vida entre las cuatro paredes de la cocina, la mujer tendría que salir y compartir con los demás lo que tiene para dar y así realizar su meta en la vida.


La mujer, por su parte, tendría que pensar en lo que puede aportar a la sociedad, en vez de pensar en lo que puede tomar de ella. Esta actitud le ayudará, sin duda, a progresar. Hay que subrayar que una mujer no necesita recibir ni tomar nada de nadie, simplemente necesita despertar. sólo así podrá contribuir socialmente de la forma que mejor considere, y recibirá todo lo que necesite.


Hoy en día que impera la competencia y el odio en todas partes, son la paciencia y la tolerancia de la mujer las que generan la armonía que tenemos en el mundo. De la misma forma que un circuito eléctrico no se puede dar sin la presencia de los polos, negativo y positivo; la vida también requiere, para que fluya en su plenitud, la presencia y contribución tanto de la mujer como del hombre. Y sólo florecerán interiormente cuando las mujeres y los hombres se complementen y apoyen de forma mutua.


En general, las mujeres viven actualmente en un mundo creado por y para los hombres. Las mujeres no necesitan de este mundo, más bien tendrían que establecer su propia identidad para generar una nueva sociedad. Pero deberían recordar el verdadero significado de la libertad, pues no se trata de vivir y comportarse de la manera que quieran, sin prestar atención a las consecuencias sobre los demás. No significa que las esposas y las madres deban abandonar sus responsabilidades familiares.


La libertad de una mujer, su elevación, tiene que empezar en su interior. Además, para que la shakti; es decir, la pura energía, pueda despertar y elevarse en una mujer, es necesario que ésta se conciencie de sus propias limitaciones. Más tarde podrá superarlas a través de su fuerza de voluntad, del servicio desinteresado y de la práctica espiritual.


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